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miércoles, 24 de febrero de 2010

Nouadhibou/Nouakchott/St. Louis/Dakar (2ª parte)



- Día 4º Nouakchott/St. Louis

Nouakchott es la ciudad sitiada, el desierto aprieta por los cuatro costados. Desde el aire da la impresión de que tal vez mañana toda la ciudad estará bajo la arena. Por ahora se controla bien el avance de las dunas.

La ducha y la cena resultaron muy reconfortantes.

Nos dirigimos hacía St. Louis en un enlace necesario que aporta poca emoción

En Senegal los cambios se suceden con más rapidez que en Mauritania. La inyección de dinero que suponía todos los años el Rally Paris Dakar, ha producido un florecimiento continuado. La cuestión es que hay mucha diferencia entre los dos países.
St. Louis tiene un cierto sabor colonial en sus edificios, aunque adentrarse en según que zonas produce algún que otro escalofrío, no tanto por inseguridad como por la ausencia total de higiene.

- Día 5º St. Louis/Dakar

Hay dos maneras de llegar a Dakar: por la carretera general o por la playa. Nosotros elegimos la playa.

Todo el recorrido esta salpicado de pequeñas poblaciones, que aunque se mantienen a una distancia prudencial del mar, podríamos considerar como primera línea de mar.

La casualidad hizo que ese día coincidiera con un domingo. Y digo que fue una casualidad porque ese domingo (no se si es costumbre de todos los domingos) era el día en el que todos los que tienen una o más cabras aprovechan para lavarlas con agua de mar. Una tarea que recae en los más pequeños de la familia. Toda la playa desde St. Louis a Dakar era un hervidero de actividad, perros, cabras y niños nos anunciaban la proximidad de una pequeña población. Normalmente esas playas suelen estar desiertas pero ese domingo…. Resultaba curioso el esfuerzo que les costaba a algunos chavales convencer a la cabra para meterse en el agua. En algunos casos había varios niños ocupándose de una sola cabra y en otros un solo niño debía adecentar a varios animalitos reacios. Desconozco la razón que les impulsa a mantener esa costumbre, pero es evidente que debe condicionar el sabor de la carne de esos animales.
Fue una delicia contemplarlos.

La marea empezaba a subir, y observamos un Land Rover parado con dos de sus ruedas en el agua, a su lado un camión 4x4 con 8 jóvenes fornidos subidos en su caja. Al llegar nosotros, el dueño del Land Rover algo excitado nos solicitó ayuda. Iba solo, era francés y su estado de excitación se debía a que por momentos veía que se quedaba sin coche, e iba en aumento a medida que pasaba el tiempo y nadie hacía nada. Le preguntamos por qué no les pedía ayuda a la brigada que había en el camión y nos contesto que le pedían 300 $ por echarle una mano. Enganchamos nuestro Patrol GR a su trasera y empezamos a tirar. Era inútil. Nuestro vehículo empezaba a hundirse con mucha facilidad y además no conseguíamos moverlo ni un milímetro. Si no andábamos con ojo nos quedaríamos nosotros también. Tras un buen rato intentándolo, tuvimos que desistir.
Si no vas a pedir ayuda al camión será mejor que empieces a sacar las cosas del vehículo, le dijimos. NO pagó los 300$,- le debieron parecer una barbaridad, que realmente lo eran - pero se quedo sin coche. Cuando nos marchamos el hombre seguía jurando en hebreo. Ya por el retrovisor, vimos que el camión se marchaba, allí ya no había negocio, ese coche ya no se podía sacar. Se quedó allí, solo, seguramente repasando una y otra vez la estupidez que había cometido. No entendimos muy bien a qué obedecía esa obstinación en no pagar, porque además, según nos había explicado, sí tenía ese dinero.

Después del mal rato, continuamos por la parte alta de la playa, para concluir, el pequeño trecho que nos quedaba hasta nuestra siguiente meta: el Lago Rosa.

El Lago Rosa es una maravilla. Los días con sol la incidencia de los rayos sobre la superficie le proporciona una tonalidad rosa muy intensa que resulta maravilloso, de ahí su nombre. Esa tonalidad se debe a unas algas que hay en el agua del lago y que aprovechan el sol para realizar su particular fotosíntesis. No es una coloración permanente. Yo he visto el Lago Rosa: rosa, gris, marrón y azul.
El lago Es una porción de agua de mar que llega hasta allí por filtración del océano y que posee una altísima concentración de sal (mayor que la del Mar Muerto). De hecho ese es el “modus vivendi” de los habitantes de la zona.
Los hombres pertrechados con una pequeña barca, que no es para navegar sino para depositando la sal y con el cuerpo metido en el agua hasta la cintura, se agachan una y otra vez sin pensar en nada más que en llenar la barca lo antes posible. No están solos, sus mujeres van desde la orilla a la barca andando con medio cuerpo dentro del agua para llevar el cubo vacío hasta la barca y volver desde la barca a la orilla, con el cubo lleno sobre su cabeza (20/25 Kg.) para así, ir engrandeciendo su montón de sal. Por toda la orilla se ven montones de sal en espera de ser recogidos por los camiones. Todo ese esfuerzo para conseguir 500 CFA por cada 25 Kg. (menos de 1 ,00€ por cubo).
No puedo dejar de pensar en como terminaran las extremidades de esas personas que se pasan la mayor parte de su corta vida, sumergidos en ese agua.

Como el lago está rodeado de un pequeño desierto de dunas de arena suelta, de color rojizo, aprovechamos para hacer un poco de arena con el 4x4. Nuestro amigo Biok nos esperaba allí, bajo un arbusto, con unas cervezas fresquitas y un picnic. Conseguir cervezas en Dakar en según que épocas no es tarea fácil, al ser un país musulmán el alcohol tiene pocos adeptos.

Hay pocos placeres mas satisfactorios que el de tumbarse en un desierto, sabiendo que el teléfono está fuera de cobertura, sin tener conciencia de la hora, y mantener una conversación, profunda o trivial, con los amigos. Es como si el silencio que lo invade todo, también participara, incluso llegas a pensar que se atreve a sugerir temas. ¡Que gran compañía es el silencio!

No sé si en algún momento de vuestra vida habéis deseado retener en vuestra memoria el recuerdo de un cierto instante. Esa situación de bienestar se produce en muy pocas ocasiones y conviene recordarlas. En mi caso siempre me ha llegado en situaciones de silencio absoluto.
Y sí, lo he hecho y soy capaz de recordar esos momentos e incluso he sido capaz de recuperar el olor de alguno de ellos.

Después de tocar un poco más de arena nos dirigimos hacia Dakar.

La entrada a Dakar es caótica. Durante muchos Km. antes de llegar, y a ambos lados de la carretera se encuentran puestos de venta – no sabría si llamarlos ambulantes, por que parecen provisionales -, la mayoría son de productos naturales. Un mercado en toda la expresión de la palabra. Miles de personas se agolpan a lo largo de todo el trayecto –Como si fuera a pasar el TOUR de Francia-. La mayoría se desplaza a pie y recorren varios kms. Otros utilizan las populares Guaguas, pequeñas furgonetas con una gran capacidad de carga. Mientras exista la posibilidad de agarrarse con una mano y colocar un pie en cualquier parte del vehículo, ¡cabes! La cantidad de personas que van colgadas en el exterior, en muchos casos, haría imposible distinguir el color de la guagua -si fueran pintadas claro-.
Las paradas para subir o bajar no existen. Se para por petición o te bajas en marcha. El cobrador también se ocupa de subir al techo y bajar los fardos de los pasajeros – como se realiza el reconocimiento del fardo de cada uno es un misterio para mí - . Una vez entregado el fardo ya se puede continuar.
El caos es absoluto.

Como recibimiento no está nada mal, te vas haciendo una idea de dónde estás.

Dakar ha crecido con mucha rapidez, demasiada rapidez, Es fácil darse cuenta de que los edificios han ido apareciendo como setas, sin una planificación, sin un sentido práctico. Son muchos, los que se han construido allí dónde caían, y además cada vez son más altos.
Los servicios y el orden, ¡desaparecidos!

Los pequeños rateros están a la caza del turista en todas las esquinas. No es recomendable andar solos. ¡Cuidado con las carteras!

Yo que me precio de tener un estomago a prueba de casi todo, debo reconocer que la primera vez que vi el mercado, tuve que controlar más de una arcada. Ver como descabezaban a un pescado en el “puto” suelo, lo envolvían y se lo entregaban al comprador, era de las cosa más higiénicas que se podían ver. Del resto no hablaré.

Pero hay una cosa de la que sí quiero hablar: Gorée.

Gorée es una isla que está a escasas 2 millas de la costa de Dakar. Con un tamaño lo suficientemente grande como para colocar unos cuanto cañones, barracones para unos cuantos mercenarios y una buena casa para el “jefe”. Y además unos pequeños habitáculos nauseabundos, dónde se hacinaban centenares de esclavos. Techos bajos, paredes mugrientas, suelos húmedos y cadenas.
Durante la época de la trata de esclavos, por Gorée no pasó un tsunami – por desgracia – pero sí se calcula que se llegaron a procesar – como si fuera carne de vacuno - algo más de 20.000.000 de esclavos.
Los negreros capturaban a todos a los que no mataban. En Gorée se realizaba la criba:

- Sólo mujeres con pechos firmes y turgentes.
- Sólo hombres con buenos músculos.
- Sólo niños con buenos dientes

Los que no cumplían estos requisitos eran arrojados al mar. La distancia para alcanzar la costa no era muy grande. Pero los tiburones se concentraban en gran número en los alrededores de Gorée. En el mundo marino se había corrido la voz de que allí había comida.

Los países del primer mundo necesitaban mano de obra barata para hacer realidad su cacareado crecimiento económico y su imparable progreso. Los gobiernos prefirieron hacerse los ciegos y sordos ante la barbarie que se estaba cometiendo contra el género humano.
Gorée es el recuerdo de esa ¡vergüenza!

En fin….
Hablemos del Lagón.
El Lagón es un restaurante al que no me resisto a ir en cuanto caigo por Dakar. Lo regenta un francés. Es muy posible que todos o casi todos los platos de la carta estén muy bien, no lo sé. Sólo sé que sus langostas son un manjar. Son de tamaño pequeño y sabrosísimas. Una buena botella de vino blanco, fresco, una buena conversación y las langostas, son el punto final perfecto a un polvoriento viaje.

Todavía es posible encontrar buena artesanía, aunque cada vez esta más mecanizada. Especial mención para “los Colonos” figuras en madera que representan a los europeos que se acercaban por cualquier parte de África enfundados en su ropas occidentales y bajo sus curiosos salacots.

Dakar da mucho juego.
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