He querido entrecomillar lo de “Pequeña Bodega” porque quiero dejar claro que me parecen gigantes en su esfuerzo, grandes en su sabiduría y en su “locura” (no me malinterpretéis, me refiero a la locura empresarial), y enormes en su calidad. Por lo de que a mí respecta, “Pequeña Bodega” sólo se refiere al tamaño de su producción.
Podríamos decir que bajo el nombre genérico de: Pequeños, podemos encontrar un buen número de entusiastas que trabajan los viñedos como nadie y que tratan de sobrevivir en este mercado a base de elaborar vinos diferentes y de gran calidad. Y es esa apuesta por la calidad y no por la cantidad la que no sólo les confiere rasgos épicos sino que además hace que ésta locura empresarial pueda llegar a ser rentable.
En este mundo globalizado donde las grandes Marcas son cada día más grandes y la plaga del marketing lo invade todo, aplaudamos el soplo de aire fresco que representan estos Pequeños aventureros.
¿Qué misterio encierra un vino conocido? Nos aporta un enorme y reconocible placer, y lo que es más importante, nos trasmite seguridad en la elección, pero misterio ninguno.
Compartir una buena botella de vino no debe convertirse en un acto social repetitivo y de resultados previsibles, añadamos a ese acto una parte de emoción.
Habría que pensar: ¿En qué momento de la evolución nos extirparon el gen de la aventura, de la emoción previa a un nuevo descubrimiento y del gozo posterior a él? ¿En qué momento dejamos de buscar tesoros?
- Umm… que bueno está este vino ¿Qué vino es?
La respuesta sólo depende de ti.
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martes, 16 de febrero de 2010
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