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domingo, 21 de febrero de 2010

Vino , Sátiros y Bacanales



Dioniso, dios del vino y del exceso y también de la metamorfosis. Pero hoy es la deidad del vino y del exceso la que nos interesa.
Los hombres han organizado fiestas desde el principio de los tiempos. Y debieron ser fiestas en toda la amplitud de la palabra. Aunque debemos reconocer que fue Dioniso el que proporcionó el elemento necesario para que la palabra “Fiesta” tomara una nueva dimensión.
Dioniso nos enseñó a cultivar la vid y a producir el vino, pero además nos enseño a consumirlo de manera desproporcionada y con ello nos introdujo en el mundo de la emoción y del caos.
Sin duda Dioniso elevo la palabra juerga a su máximo exponente.

Se rodeo de Bacantes, Sátiros, y Silenos, y con ellos realizaba sus fiestas y sus orgías.

- Bacantes.- Hermosas mujeres permanentemente desnudas
- Silenos.- Viejos, obesos, juerguistas y borrachines
- Sátiros.- Seres despreocupados, salvajes y alegres, amantes de la música y propensos a la embriaguez.

Este era el séquito de Dioniso, personajes adictos al exceso a los que la mitología representó más tarde con rasgos de animales y sus nombres fueron el origen de muchas de las palabras relacionadas hoy con la juerga desmedida.

No es de extrañar que durante este proceso de desmesura se produjeran momentos de éxtasis y también de delirio. Y fueran estos últimos los que llevaron a muchos a creer que se encontraban ante la presencia de personajes monstruosos. Seguramente en ese estado de embriaguez, los Sátiros, los más jóvenes y bien dotados, debían parecer sementales salvajes y violentos - porque el sexo siempre parece violento - de ahí que su representación mitológica sea la de un hombre de rostro fiero con aspecto de macho cabrío y con el pene siempre erecto.

El género humano ha tenido siempre un especial cuidado a la hora de interpretar las enseñanzas de los dioses, para así, bajo el paraguas del culto al dios, poner en práctica todo aquello que le apetecía.

Estas costumbres licenciosas y orgiásticas llamadas Bacanales fueron prohibidas en el año 186 A.C. Aunque en la intimidad, o mejor dicho, en la clandestinidad, se hayan practicado siempre.

Lo cierto es que extrapolando el séquito de Dioniso a los tiempos actuales, nos damos cuenta de que cualquiera de los asistentes a una fiesta obedece siempre a aquellos mismos estereotipos y podría encontrar acomodo sin dificultad en una de las tres categorías de ese séquito, eso sí, actualizando pequeños matices :

- Mujeres guapísimas.
- Viejos, obesos, juerguistas, borrachines y con dinero
- Jóvenes despreocupados, salvajes y alegres, amantes de la música y propensos a la embriaguez.

Pasa el tiempo y cambia la nomenclatura, pero lo que no cambia son las ganas de juerga y el elemento común: “el vino”
.

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