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sábado, 20 de febrero de 2010

Nouadhibou/Nouakchott/St. Louis/Dakar (1ª parte)



- Día 1º Las Palmas/ Nouadhibou

La llagada a Nouadhibou es sin duda una experiencia, inesperada y anecdótica e inolvidable.
Cuando llegamos era de noche, no era muy tarde pero ya no había nada de luz.
El avión se disponía a aterrizar (los aviones que hacen ese trayecto son pequeños) y al mirar por la ventanilla del avión, en ese típico gesto de todos los viajeros de querer ver la ciudad de destino desde el aire, una tremenda preocupación me embargó. No se distinguía nada, no había ninguna luz. El avión estaba realizando la aproximación, pero no se distinguía nada, todo estaba en la oscuridad más absoluta, no había nada que pudiera servir de orientación. La pregunta que me hacía constantemente era: ¿A dónde vamos? A medida que pasaba el tiempo tenía la sensación de estar cada vez más cerca de la tierra y mi preocupación era inversamente proporcional a la distancia al suelo que yo preveía. De pronto… ¡La luz! Apenas dos segundos después tomábamos tierra e inmediatamente después se volvía a apagar.
Para empezar no estaba mal. La carga de adrenalina había sido importante. Era consciente de que estaba en un viaje con una importante dosis de aventura, pero la aventura había empezado mucho antes de lo que yo esperaba.
Cuando bajamos del avión nos dirigimos, guiados por dos policías hasta una puerta iluminada. La noche era muy oscura y ese punto de luz destacaba enormemente. Al entrar en aquella pequeña habitación, había otro policía en la entrada y a sus espaldas una pequeña mesa pegada a la pared. Cuando todo el pasaje estuvo en la pequeña habitación, el policía de la entrada colocó la pequeña mesa a modo de mostrador entre la puerta y las personas que estábamos en la habitación. ¡Era el control de pasaportes! Después de sellar nuestros pasaportes y realizar alguna que otra inspección del equipaje, volvieron a quitar la pequeña mesa y volvimos a salir por la misma puerta.
Sin duda aquel aeropuerto se mantiene todavía hoy en mi memoria con la categoría de: “El aeropuerto más paupérrimo del mundo”.
Las sorpresas no habían hecho más que empezar.
En el hotel, hicimos el check-in y nos pidieron que nos esperáramos un momento. ¡Fueron a levantar a las personas que ocupaban nuestras habitaciones! Un pequeño detalle no cambiaron las sábanas. Coloqué mi saco sobre la cama e intenté dormir.
Ya hace muchos años que no voy a Nouadhibou. Pero, por allí, los cambios se producen muy lentamente.

- Día 2º y 3º Nouadhibou/Nouakchott

Fuimos a desayunar al puerto, Nouadhibou a pesar de ser la segunda ciudad en importancia de Mauritania, por detrás de la capital Nouakchott, es una población de tamaño reducido dónde todo está a la vuelta de la esquina. En el puerto sobre unas parrillas al aire libre se puede disfrutar del mejor pescado que yo he comido en mi vida, y no debe desaprovecharse esa oportunidad.

Desde que sales de Nouadhibou con destino a Nouakchott, los controles militares se hacen muy “cansinos” y en ocasiones el celo de los militares sólo se vence a base de alguna “contrapartida”. Inicialmente el trayecto va bordeando las vías del tren, en la frontera con el Sahara. Resulta algo pesado y monótono. Cuando te adentras en el desierto, la cosa cambia. El paisaje es variado, hermoso, diferente. Los desiertos son difíciles de describir. ¿Por qué cautivan tanto? Cuando te encuentras en medio de la nada, contrariamente a lo que se pueda pensar, te das cuenta de que podrías vivir allí.
Hicimos noche en las dunas. Hasta que no has visto el cielo tumbado en el desierto, no eres consciente de lo que te pierdes por culpa de la contaminación lumínica.
Inmenso, majestuoso, sobrecogedor, infinito,…. No hay adjetivos para describirlo. Cuando trato de hacerlo, las sensaciones se acumulan en mi cabeza de manera atropellada y quiero hablar de tanta cosas (vida en otros planetas, la conquista del espacio,…) que al final siempre opto por centrarme en lo insignificantes que resultamos ante aquel espectáculo.

Al Día siguiente afrontamos la parte más divertida y particular del viaje. La carretera para llegar hasta Nouakchott es la playa. Como sabéis todos los océanos y en este caso el Océano Atlántico tiene un desplazamiento constante motivado por las mareas. Pues bien, el trayecto, desde que entras en la playa hasta que sales, ya en las inmediaciones de la Capital, no debe durar más de 3 horas.
Es vital llegar al punto de partida cuando la marea todavía está alta, esperar a que empiece a bajar para disponer de todo el tiempo antes de la próxima subida. Si llegáis con la marea baja, no os arriesguéis, no os dará tiempo.
Es una experiencia fascinante, la primera impresión es que puedes conseguir una buena velocidad y que la playa proporciona una solidez inesperada. NO, constantemente hay badenes naturales que hacen que si no controlas la velocidad te pases la mayor parte del tiempo con la cabeza en el techo.
Al principio, te vas parando a hacer fotos: El Esqueleto de algún barco encallado -hay varios a lo largo del trayecto- grupos de aves, paisaje, recuerdos del coche en la carretera de arena, etc. Pero pronto te das cuenta de que no va en broma. Cuando empiezas a ver camiones, vehículos de pasajeros y 4x4 engullidos por el mar, empiezas a tomar conciencia de que la situación se puede poner muy delicada. Cuando la marea empieza a subir lo hace mucho más deprisa de lo que creemos y cuando quieres reaccionar ya es tarde. Es impresionante el reguero de vehículos que hay por todo el recorrido.
A nosotros se nos hizo de noche, habíamos esperado la pleamar para esperar su retroceso y disponer de todo el tiempo.
De pronto empezamos a oír unos ruidos en el coche que nos hicieron sospechar lo peor: ¡una avería!
El ruido llegó a ser ensordecedor y no tuvimos más remedio que parar a ver que pasaba. Con el corazón en un puño y linterna en mano, bajamos del coche para intentar averiguar que era. Nuestras dudas se vieron disipadas al poner los pies en el suelo. Millones de cangrejos habían invadido la playa, no se había roto nada, eran los cangrejos que golpeaban los bajos. Al volver al coche, incrédulos y atónitos por lo que habíamos visto, respiramos con alivio.
Cada cierto tiempo veíamos luces en puntos estratégicos. Al acercarnos a uno de ellos pudimos comprender que eran rudimentarias lonjas de pescado en plena playa que anunciaban su situación con las luces y en las que, tanto vendedores como compradores, esperaban la llegada de los pescadores.
Habíamos bajado del coche, queríamos verlo bien, estábamos a una cierta distancia observando, cuando algo nos sobresaltó. Alguien se había acercado hasta nosotros sin que nos percatáramos y poniendo su mano sobre mi hombro, dijo: "un peu d'eau s'il vous plaît"
Después del consiguiente sobresalto, le proporcionamos una botella de agua y nos volvimos a subir al 4x4.
Estábamos muy impresionados, por primera vez en mi vida, alguien se había acercado hasta nosotros, pero no para pedir el típico "cadeau, cadeau", sino para pedir ¡agua!
Sin duda, ¡sobrecogedor!

Tuvimos suerte y llegamos a nuestro destino antes de que llegara la pleamar.
Este es un recorrido que debe hacerse siempre con más de un vehículo.
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